2.2.09

El nuevo papel del Estado ante la economía.

Los expertos económicos apuestan por la regulación
La comunidad financiera reunida en Davos perjura del fundamentalismo del libre mercado El pesimismo de la crisis hace que el Estado sea la única institución que inspira confianza

02-02-2009 -
Andy Robinson
La Vanguardia

El pesimismo es el sentimiento en el que coinciden los expertos económicos, los financieros, los políticos y los empresarios que se reúnen estos días en Davos para estudiar las posibles salidas a la crisis; el pesimismo y el convencimiento de que es necesario huir de un modelo de mercado tan explosivo como el de las últimas décadas y retornar a una economía más regulada. De hecho, vista la situación de la economía mundial, en sectores en los que se apostaba antes por el liberalismo ahora se receta una convergencia global en torno a un modelo económico más regulado, con mayor intervención estatal, menos desigualdad y hasta con una amplia red de protección social. Es decir, un modelo del Estado de bienestar a la europea. El obstáculo para que esa convergencia mundial hacia un modelo de regulación al estilo europeo se produzca es que se está planteando en un momento en que los megaplanes de rescate financiero van a suponer una deuda pública que hipotecará a las futuras generaciones.

Recurriendo a la terminología alemana, el leitmotiv de la cumbre de Davos, celebrada esta semana en esta pintoresca estación de esquí de la suiza germana, es el eslogan oficial: "Dando forma a la poscrisis". Pero el zeitgeist - el verdadero espíritu del momento - se resumiría mejor con la palabra ¡Socorro!

"Jamás los había visto tan echados para atrás", asegura Bill Keegan, septuagenario columnista del diario británico The Observer en referencia al pésimo estado de ánimo de los 2.600 políticos, empresarios y gurús de la globalización que pululaban con caras de póquer por el laberíntico centro de convenciones.

Davos, el que fue el epicentro de la globalización optimista, ha perdido su autoestima. La desconfianza que sigue paralizando partes del sector financiero contagiaba a tertulianos en rústicos hoteles alpinos de cinco estrellas. Cuando Stephen Roach, director asiático de Morgan Stanley - anteriormente tachado de agorero-vaticinó tres años de crecimiento mundial del 2,5%, el más bajo desde la Segunda Gguerra Mundial, se le tachó de optimista. "Steve no quiere asustar a los medios", afirma John Studzinski, ejecutivo multimillonario del fondo de inversiones Blackstone, famoso por su exquisita colección de Picasso y Man Ray. "Este año, los analistas más respetados en Davos son quienes, como Nouriel Roubini, no descartan una depresión al estilo de Japón en los años 90. Hasta Bill Gates, empresario icónico de la sonriente nueva economía, dijo que temía que la crisis duraría cuatro años más.

Pero aún más sorprendente que ese cambio brutal de la psicología del hombre de Davos es que la elite global representada aquí - defensora durante décadas de la globalización desreguladora made in USA-ya desconfía no sólo del modelo estadounidense, sino también de la racionalidad del mercado. "Es un poco extraño porque ahora todo el mundo está de acuerdo conmigo; no hay nadie dispuesto a ponerse de pie y defender las teorías de mercados eficientes", explica Robert Shiller, economista de Yale y autor de El estallido de la burbuja,en una entrevista con Dinero.

Este año, muchos banqueros de Wall Street optaron por esquiar en Colorado tras publicarse que, incluso después de recibir ayudas federales para evitar la bancarrota, se habían repartido 18.400 millones de dólares entre los ejecutivos bancarios. Sendos artículos en diarios influyentes, el International Herald Tribune y The Wall Street Journal,plantearon la posibilidad de una convergencia global en torno a un modelo económico más regulado, con mayor intervención estatal, menos desigualdad y hasta con una amplia red de protección social. "Todos sabemos que ese fundamentalismo del libre mercado es un error", asegura Ken Rosen experto del sector inmobiliario de la Universidad de California. "Alemania y Japón son un modelo mucho mejor".

Con Barack Obama en la Casa Blanca y una Administración china que, según su propio banco central, cree que la seguridad de redes básicas de protección social es la única manera de lograr que los chinos se lancen al supermercado en vez de ahorrar tanto, es posible que las dos megaeconomías deriven hacia el modelo europeo, sostiene Rosen. Ken Rogoff, ex economista jefe delFMI y asesor del candidato republicano John McCain, es el principal defensor de esta tesis pese a lamentar el proceso: "Hemos elegido a un presidente y a un Congreso democrático comprometido en reforzar los sindicatos, mejorar la desigualdad de la renta, combatir el cambio climático... vamos hacia un programa más europeo", explica. "Y en China, por defecto, también se han dado cuenta de que eso es lo que hace falta: el motor se cala, hay más malestar social y el medio ambiente es un problema", afirma Rogoff.

Joe Stiglitz también advierte de la extraña reconversión del hombre de Davos en socialdemócrata: "Mi opinión como viajero del mundo es la misma que la de la mayoría, incluso en Davos, que el capitalismo sin ataduras no funciona, que hace falta más protección social para los individuos y para las empresas, aunque esto último es más discutible. Lo que quiero decir es que los mercados necesitan regulación, que los gobiernos tienen que intervenir y creo que esto es lo que la mayoría apoya". Alan Blinder, ex miembro del consejo de la Reserva Federal matizó: "Nadie en EE. UU. va a hablar de socialdemocracia, pero vamos a extender los planes de ampliación del seguro médico y a dar una mejor cobertura".

Había una voz solitaria en defensa de lo que hace menos de dos años en Davos era el sentido común. Se trata de Steve Forbes, el billonario editor ultraconservador de la revista Forbes,quien afirma no creer "que EE. UU. vaya a ir por el camino de Europa occidental porque no ha sido una economía innovadora de crecimiento rápido. Irán por el camino de no estrangular la economía y la iniciativa emprendedora; por el camino de los estados bálticos, de Europa del Este o Irlanda", añadió. Pero tras el colapso desastroso de las economías del Este y del tigre celta, el argumento ya no resulta demasiado convincente

Mientras tanto, el consenso se solidifica en torno a la necesidad de un marco fuerte de regulación financiera basado en el principio keynesiano - y aún más de la escuela de Hyman Minski-de combatir el ciclo boom bust (boom y estallido). Tras el escaso éxito de los megaplanes para resucitar los mercados financieros realizados a lo largo de los últimos meses y la creciente probabilidad de la nacionalización de los bancos, todos apoyan un estado duro para revenir otra fase de especulación suicida. "No se descarta ninguna medida para combatir las tendencias procíclicas de los mercados", insistía Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE).

El Estado ya es la única institución que inspira confianza. Hasta los fondos soberanos de los petroestados - mirados con recelos en los tiempos de bonanza financiera privada-ahora son mucho más queridos que los fondos de private equity o los hedge funds.

El problema para la convergencia mundial hacia un modelo de regulación estilo europeo es que está ocurriendo en el peor momento. Las gigantescas operaciones de rescate bancario en Estados Unidos - cuyo coste hasta la fecha ronda el billón de dólares-más un plan de estímulos fiscales de magnitud similar pasarán factura a las generaciones futuras en forma de deuda pública.

En China, por su parte, el frenazo económico que, según Roach, bajará el crecimiento hasta el 5% este año, más que sentar las bases para un nuevo Estado de bienestar poscomunista, pone en peligro la capacidad de la economía para mantener su extraordinario éxito en la lucha contra la pobreza que, según todos los economistas, se debe principalmente al crecimiento vertiginoso registrado durante los últimos 15 años.

Andy Robinson
La Vanguardia

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